Los psicólogos de pareja de Atalanta en Madrid aclaran las dudas que suelen tener las personas que se están planteando acudir a terapia de pareja por 1ª vez.
La vida de la pareja, como le ocurre a las personas, pasa por diferentes fases, tiene “vida propia”. Y a lo largo de esta vida pueden suceder –y suceden– muchas cosas.
La mayoría de las veces la pareja se adapta y resuelve de alguna manera los cambios o dificultades que van apareciendo; situaciones laborales, la relación con las familias de origen, tener hijos, su emancipación, duelos, y tantas otras.
Otras veces, la pareja no encuentra la manera de estar bien. Aparecen problemas de comunicación, las discusiones se pueden hacer frecuentes, o violentas. O abrirse una gran distancia dentro de la pareja.
En estos casos la terapia de pareja es una herramienta externa que puede ser de gran ayuda.
En qué consiste la terapia de pareja
La psicóloga especialista en terapia de pareja se reúne en sesiones periódicas con los miembros de la pareja. Las sesiones siempre son conjuntas.
La terapia es para la pareja en su totalidad
En terapia individual, el o la paciente es quien viene con una demanda personal. En el caso de la terapia de pareja, la paciente es la pareja en su totalidad, por eso las sesiones se tienen con ambos miembros.
Es la propia pareja la que precisa conocer y ampliar la información de que dispone. De nada le sirve al terapeuta conocer por separado la visión de cada uno/a, de manera parcial, o saber secretos ocultos a su pareja. De esta manera, ambas partes podrán hablar y dar su punto de vista, ser escuchadas y escuchar lo que la otra persona tiene que decir.
Si un miembro de la pareja necesita su propio espacio en terapia
Es posible que un miembro de la pareja quiera tener su propio espacio en terapia. Puede que necesite elaborar cosas personales al margen de la terapia conjunta. La terapia individual con otro psicólogo es lo adecuado en estos casos. Es fundamental que ambos procesos vayan por caminos independientes.
Neutralidad del terapeuta frente ambos miembros de la pareja
El psicólogo mantiene una posición de neutralidad y curiosidad para facilitar el autodescubrimiento de la pareja. No habrá alianzas con una persona u otra. Su labor terapéutica estará centrada en velar por la pareja y su bienestar.
Los miembros de la pareja deben sentirse libres en la terapia
Es imprescindible que ambos miembros de la pareja quieran estar en terapia. Que se sientan libres de decir y callar lo que quieran.
La primera sesión de terapia
La primera sesión será la ocasión para que la psicóloga conozca la situación particular de cada una/o: cómo es su vida, si ha tenido parejas previas, hijos, etc.
Tras ese comienzo, contaréis qué os ha traído a terapia de pareja. Conociendo vuestra situación, la psicóloga planteará un marco de trabajo específico para vosotras/os. Si ambas/os estáis de acuerdo, se programan las siguientes sesiones.
Para qué sirve la terapia de pareja
La terapia de pareja es un recurso que sirve para encontrar vuestra manera de estar bien dentro de la relación. Cada pareja tendrá su propio proceso. Se desarrollará según vuestra propia historia, situación actual, necesidades, ilusiones, o heridas.
Durante el proceso de terapia, la psicóloga no tiene una idea preconcebida de lo que debería pasar, de cómo tiene que ser la pareja. No está comprometida con una solución en particular. La terapeuta debe permitir que sea la propia pareja la que se organice según su singularidad.
La terapia no solo sirve para resolver el problema en el que estáis actualmente. Sirve para reparar y reconstruir el proyecto de la pareja.
En ocasiones, la pareja puede haber decidido terminar, o decidirlo en el transcurso de la terapia. En este caso, la terapia facilita atravesar ese proceso. De esta manera será una decisión libre y consciente por ambas partes. Así, podréis entender y aprender de lo que ha pasado.
Cuándo acudir a terapia de pareja
Ir a terapia de pareja es lo adecuado cuando se dan ciertas condiciones. No siempre es la intervención necesaria. A veces lo indicado es hacer una terapia individual. Te contamos cuándo toca acudir a una u a otra.
La terapia se ocupa del sufrimiento, y debemos distinguir inicialmente entre dos tipos. Uno individual que padece la persona por sí misma, por su historia de vida, personalidad o situación en que se encuentra. Y otro sufrimiento que aparece en tanto que forma parte de un grupo (pertenece a un sistema) como la pareja, o la familia.
Cuando la terapia de pareja es lo adecuado
A veces, cada miembro puede estar bien personalmente pero la pareja estar atravesando alguna crisis. Con el tiempo, una o ambas partes empiezan a acusar malestar dentro de la relación. Cuando no encuentran la manera de atravesar esa crisis, es un buen momento para acudir a terapia de pareja.
Ocasiones en las que es mejor hacer terapia individual y no de pareja
En otras ocasiones, cada miembro de la relación puede no estar bien personalmente y, sin embargo, estar bien como pareja; es entonces cuando corresponde hacer terapia individual y no de pareja.
Por ejemplo, cuando uno de ellos está atravesando dificultades laborales y, repentinamente, enferma un familiar del otro. En esta situación crítica la pareja puede volcarse en el cuidado mutuo y sentir más que nunca su solidez y fortaleza.
Como en este caso, cuando el malestar está desligado de la pareja, lo recomendable es acudir a terapia individual.
Una excepción: terapia individual en pareja
Pero hay ocasiones en las que uno de los miembros de la pareja está pasando por dificultades personales y esas mismas dificultades le hacen muy difícil acudir a terapia individual.
A veces se debe a situaciones traumáticas vividas en el pasado, como abusos de cualquier índole. Por ello, puede ser que la persona no se sienta con fuerzas, o solo confíe en sus allegados. Venir con su pareja puede permitir que inicie un proceso de terapia en el que la otra persona estará también presente para apoyarle.
En definitiva, la terapia de pareja es apropiada cuando la relación en sí misma no va bien. También cuando al menos una de las partes quiere un cambio de la otra para alcanzar su equilibrio.
Fases de la pareja y sus posibles crisis
Una vez que sabemos que la intervención adecuada es la terapia de pareja, podemos tener en cuenta más factores. Las crisis de pareja se pueden deber, fundamentalmente, a dos grandes causas: internas o externas a la pareja.
Veamos a continuación algunas posibilidades, dentro de cada etapa vital de la pareja.
Del noviazgo a la pareja
En un primer momento es habitual que la relación esté inmersa en la pasión, la ilusión y el entusiasmo por la otra persona. En ese período, ambas personas van conociéndose más profundamente. Con el tiempo, irán haciendo planes más a medio o largo plazo, decidirán si irse a vivir juntas, conocen a sus familias y círculo. Poco a poco van formando entre ambos su propio universo de pareja, con su intimidad, sus reglas y las cosas que les gusta compartir. Se crea cierta frontera entre el interior de la pareja y su contexto.
En este período pueden aparecer dificultades internas en varios ámbitos; cuándo comenzar a vivir juntos, dinámicas en la convivencia o el espacio de cada uno/a. También puede haber dificultades con el “exterior” de la pareja; en la relación con las familias de origen, con las amistades.
Puede que uno o ambos miembros no sea bien recibido en la familia de la otra persona, o tener mala relación con el grupo de amigos o alguna relación en particular. En el caso de parejas reconstituidas, puede haber dificultades con los hijos/as o las exparejas.
La pareja en construcción
Los miembros de la pareja se conocen en profundidad, y la relación es estable. La pareja tiene el reconocimiento de su entorno y pueden decidir formalizarlo. Comienzan a proyectar planes a largo plazo y respecto a su forma de vida; dónde quieren establecerse, si desean tener hijos, cómo es su proyecto conjunto.
En este período pueden aparecer tensiones respecto al compromiso y discrepancias sobre el proyecto de la pareja. De forma externa, pueden no tener el reconocimiento de su entorno o de algunas personas significativas, que puede repercutir en problemas o inseguridades dentro de la pareja.
La pareja consolidada
La pareja está viviendo el proyecto conjunto y se han adaptado a diferentes cambios. Si han tenido hijos, experimentan su crianza y el paso por la adolescencia, donde la pareja se ha visto relegada a un segundo plano en favor de la familia. En esta etapa, cada miembro puede desarrollar más intereses particulares, no haber tanta necesidad de estar juntos como antes.
Pueden surgir dificultades ante la falta de intimidad y/o deseo sexual, sobre la crianza de los hijos y la relación con ellos. Se pueden dar inseguridades ante un posible distanciamiento o la rutina. De manera externa a la pareja, puede haber tensiones por intromisión de las familias de origen, o terceras personas.
La pareja madura
Con el paso del tiempo, si se han tenido hijos, estos se independizan y la pareja vuelve a convivir por su cuenta. De nuevo ha de adaptarse a estos y otros cambios, como la jubilación o la ampliación de la familia: nueras, yernos, nietos y nietas.
En esta etapa pueden darse dificultades ante el llamado «nido vacío» y la partida de los hijos. La jubilación puede alterar el rol de cada uno dentro de la relación y plantea una nueva manera de organizarse y nuevos planes para la pareja.
Estas son algunas posibilidades acordes a cada etapa, que pueden darse, sin embargo, en unos momentos u otros. Además, existen multitud de situaciones que pueden afectar a la pareja a lo largo de su vida (enfermedades, fallecimientos, problemas económicos).
Más allá de este modelo convencional, debemos tener en cuenta la existencia otros modelos de relación (tanto en personas heterosexuales como en toda la diversidad sexual y de género) y otras situaciones actuales; relaciones que comienzan por internet o relaciones a distancia, entre otras.
Infidelidad
La infidelidad es una causa habitual que trae a las parejas a terapia. Se trata de una situación especialmente dolorosa porque apunta al corazón mismo de toda pareja: la confianza.
En estas situaciones, es normal que una parte se sienta dolida y decepcionada, y la otra parte culpable o responsable.
La idea de ir a terapia seguramente haya salido de una de las partes, y es posible que haya muchas reservas en acudir a un psicólogo. Es normal tener miedo a iniciar un proceso de terapia conjunta, esto nos indica la importancia que la pareja tiene para quienes la componen.
Una vez en terapia de pareja, los miembros pueden tener la necesidad de desahogarse. El psicólogo mantendrá una postura neutral y comprensiva. En ningún caso ejercerá como juez, o tratará de dilucidar lo que es verdad o mentira.
Puede existir el temor a que la terapia les ayude a poner fin a la relación, esa decisión es exclusiva de la pareja, y el psicólogo no tendrá una idea personal acerca de lo que la pareja “debería hacer”.
La pareja tendrá ante sí un camino a recorrer con el psicólogo, en el que adentrarse en la historia de la relación, en sus puntos ciegos y fortalezas. En ese camino, si es su deseo, podrán rescatar el sentido de su pareja y reescribir su historia.
Discusiones frecuentes
A menudo, las parejas acuden a terapia porque las peleas se han hecho habituales o diarias. Cada uno/a de la pareja cree tener razón y se siente incomprendido por la otra persona.
Cuando llegan a terapia de pareja, normalmente ha pasado tiempo desde el comienzo de estas discusiones, lo que puede haber provocado distanciamiento, hartazgo o incluso desilusión.
La pareja suele haber intentado resolver por su cuenta esta situación, sin dar con la forma efectiva. Y la terapia de pareja puede ser una alternativa en la que no habían pensado antes, pero que se muestra válida agotadas las otras vías.
Una vez en terapia, cada miembro de la pareja tendrá su espacio para expresarse. La psicóloga no tomará partido en la discusión, más bien se interesará en la naturaleza de las discusiones. En cómo suceden, desde cuándo, cómo terminan y cómo vuelven a empezar. Al diseccionar el ciclo de la discusión, suele emerger una información nueva: las discusiones no son lineales, sino circulares.
Circularidad en las discusiones
Imaginemos una pareja con dificultades en la relación, en donde él contribuye aislándose y ella con críticas habituales hacia su pareja.
Cada uno establecerá una causalidad lineal a su problema
Una persona puede pensar «si tú no me criticaras tanto, yo no me retraería así». La pareja, a su vez «si tú te expresaras más, yo no me metería contigo».
Es decir, cada uno de ellos establecerá el origen de su problema en momentos distintos de su interacción. En realidad, la conducta de cada uno es una respuesta a la conducta del otro, que a su vez se ve influenciado irremediablemente por la respuesta de su pareja. Cada conducta forma parte de una secuencia circular.
Estos círculos viciosos no se pueden romper a no ser que la pareja se sitúe fuera del círculo, esto es, que puedan hablar acerca de cómo se comunican y no de qué comunican.
En el transcurso de la terapia, la pareja irá haciéndose preguntas acerca de su relación y del sentido que las discusiones pueden tener en ella. El origen y razón de ser de las discusiones son particulares a cada pareja, con la ayuda de la terapia podrán descubrir su sentido y reorganizar su relación de forma que las peleas no sean necesarias.
Importancia de la pareja
La pareja es un grupo de pertenencia, seguramente el más reducido de los grupos. Otros grupos de pertenencia son la familia, la profesión, grupos de militancia política… Todos ellos tienen algo en común: nos dan identidad.
La identidad no es otra cosa que nuestra capacidad de sentirnos existir, de existir con nuestras características propias. Para lo cual necesitamos de los demás, no podemos reconocernos solos.
La pareja, entonces, es una relación con otra persona en la que nos sentimos existir. Pero no sólo, también nos abastece de otras necesidades; seguridad, afecto, intimidad.
La pareja en la actualidad
Nuestra forma de vida actual está reñida con crear lazos colectivos. Pertenecer a grupos se hace más difícil con el ritmo laboral y un contexto ideológico que favorece la autonomía y el individualismo.
Esto significa, muchas veces, que la pareja es fundamentalmente nuestro sostén de la identidad. La pareja, así, se torna de vital importancia, pero también la hace vulnerable al sostener, ella sola, semejante necesidad.
Las personas precisamos de otras personas y de grupos o instituciones para vivir, no sólo por cuestiones prácticas, sino emocional y psicológicamente.
La autonomía es, desde esta visión, «la correcta gestión de mis dependencias». Cuantas más relaciones significativas tenemos, tanto más libres somos de movernos dentro de esas relaciones. La pareja, entonces, descansa del peso de sostener ella sola a las personas que la componen.
Terapia de pareja desde un enfoque sistémico-constructivista
En psicología hay variedad de enfoques. Un enfoque o escuela es el marco a través del cual el profesional observa la realidad, se aproxima al paciente. Es decir, el tipo de escuela del terapeuta que elijas influye en el tipo de terapia que vas a recibir.
Perspectiva sistémica
La psicología sistémica se ocupa del estudio de los sistemas humanos. Sistemas humanos son, por ejemplo, la familia, la pareja o el personal de una empresa. Se basa en la «Teoría General de Sistemas», que establece principios para la descripción e interpretación de todo tipo de sistemas.
La sistémica supuso un cambio epistemológico en la psicología. A sus aplicaciones terapéuticas se las llamó «terapias contextuales» porque ampliaron el marco de observación de la persona a su contexto. Se centra en las dinámicas humanas, en especial en la interacción y la comunicación entre las personas que forman parte de un sistema.
Así, la terapia sistémica se enfocará a comprender al sistema/pareja en su forma de relacionarse y comunicarse, dentro de su contexto personal, para propiciar otras dinámicas de relación que satisfagan a la pareja.
Enfoque constructivista
La psicología constructivista considera a la persona como un agente activo de su propia historia y de la comprensión del mundo. Cada persona da sentido a sus experiencias dotándolas de significado, lo que con el tiempo, crea «estructuras de significado», el mundo subjetivo de cada persona.
Cada nueva experiencia será interpretada y asimilada desde esta estructura personal que le da sentido. Por eso, una misma situación vivida a la vez por dos o más personas, tendrá matices distintos para cada una de ellas y puede recordarse de distinta manera.
Por qué apostamos por una visión sistémica-constructivista
En terapia de pareja desde un enfoque sistémico-constructivista, el terapeuta tendrá en cuenta ambos niveles (el relacional y el subjetivo) de la pareja. Además, el terapeuta tiene en cuenta su propia «estructura de significado», su propia subjetividad como terapeuta, para no interferir con el proceso de la pareja.
Terapia de pareja LGTBI
En una sociedad justa no haría falta hablar de una terapia de pareja lgtbi en específico. Sin embargo, necesitáis saber que la persona que os va a atender lo hará con la sensibilidad y el respeto que merecéis.
La terapia de pareja para personas LGTBIQ es esencialmente igual al de otro tipo de parejas. Precisamente un buen psicólogo, una buena psicóloga, tomará a cada pareja en su singularidad y especificidad. Es imprescindible no dar nada por supuesto, y que cada pareja pueda exponer su historia y el motivo que le lleva a hacer terapia.
Como mencionamos en el apartado fases de la pareja y sus posibles crisis», el motivo de consulta puede deberse a dos grandes causas: internas o externas a la pareja.
Causas internas a la pareja
Entre las dificultades internas –dentro de la pareja– encontramos:
- Discusiones recurrentes.
- Problemas de comunicación.
- Dificultades sexuales o de intimidad.
- Diferencias sobre el proyecto conjunto.
Causas externas a la pareja
La pareja también puede verse en dificultades por causas externas; problemas con las familias de origen, falta de reconocimiento social. Y algunas específicas como grupo oprimido; rechazo por parte de sus familias o entorno laboral, ataques desde el contexto social. Dificultades para formar una familia y luego ser vistos como tal y sin críticas.