Veamos cuáles son las motivaciones más comunes que llevan a los padres a buscar un psicólogo para su hijo o hija.
Desde nuestra experiencia en terapia infantil, sabemos que cada niño/a y su familia son únicos/as. Llegan a nuestro centro con unas circunstancias particulares. Por eso, nuestro trabajo no gira en torno a una etiqueta o diagnóstico sino que se centra en el propio niño y su familia.
Sí es cierto que podemos llegar a emplear diagnósticos y etiquetas. Lo hacemos para que vuestra familia, y posiblemente vuestro hijo/a, podáis haceros una idea aproximada de lo que pasa de una manera simplificada.
Para nuestros psicólogos infantiles el diagnóstico o evaluación sirve para establecer la línea de trabajo terapéutico. Por supuesto, ajustan su intervención a las necesidades de cada niño/a. Además, el diagnóstico servirá para orientar a los padres y otros profesionales sobre las intervenciones más recomendables.
Suelen darse 2 actitudes respecto al diagnóstico o etiqueta entre padres y niños:
- Los que desean un diagnóstico claro y rotundo para así poder pasar a formar parte de un grupo o colectivo, lo cual proporciona seguridad e identidad.
- Aquellos padres y niños que lo evitan por considerarlo estigmatizante, algo que puede generar exclusión y rechazo en su entorno.
Veamos los motivos más comunes que llevan a acudir a terapia infantil. Estos son los que hemos observado con más frecuencia los psicólogos de Atalanta. Pero recuerda, no son más que una simplificación de una realidad rica y compleja.
Dificultades en la relación
Para los niños, las relaciones personales son un elemento fundamental para su bienestar y desarrollo. Esto es así porque vivimos en un mundo social. La forma en que nos relacionamos con los otros viene marcada por varios factores: rasgos de personalidad, ejemplo y educación que dan los padres y otros adultos de referencia, historia de aprendizaje personal, entre otros.
Dentro de la familia
En ocasiones, surgen dificultades a la hora de que los niños y niñas se relacionen dentro del entorno familiar, con vosotros o los hermanos.
Con los padres y madres
Uno de los motivos que causa sufrimiento en la familia son los conflictos generados por no lograr un entendimiento entre padres/madres e hijos/hijas.
Ejemplo de esto sería cuando los padres/madres no logran que los hijos/as hagan las tareas cuando se lo piden o de la forma en que se lo piden; o cuando sienten que no son capaces de llegar a comunicarse con ellos/as de una forma eficaz.
Entre hermanos y hermanas
Las discusiones entre hermanos/as son habituales y forman parte de la convivencia dentro de la familia. Sin embargo, en ocasiones, estas discusiones, por una mayor frecuencia de aparición o por un aumento en la intensidad de las mismas, provocan un gran malestar para todos los miembros de la familia. Ejemplos de motivos que originan las peleas entre hermanos/as:
- Celos.
- Rivalidad.
- Críticas al comportamiento del otro.
- Actitudes de desprecio.
- Opiniones enfrentadas.
- Roles en la estructura familiar.
Fuera de la familia
En otras ocasiones, las dificultades pueden aparecer fuera del hogar, cuando se relacionan con sus iguales o con otras figuras de autoridad.
Con sus iguales
Aquí nos referimos a las dificultades que pueden surgir con los otros niños o niñas de su edad o de edades parecidas. A veces, esto es motivo de alarma dentro del centro escolar, que es donde los niños y niñas pasan más tiempo con sus iguales.
Así el tutor o tutora os ha podido indicar que puede estar habiendo conflictos con los y las compañeros/as de clase o que vuestro/a hijo/a se relaciona en menor medida de los esperado con los otros/as (se queda apartado/a en actividades cooperativas, suele estar solo o sola durante el recreo, etc.).
Otras veces vosotros/as mismos/as lo habéis podido presenciar cuando lo/a habéis llevado al parque o en celebraciones de cumpleaños. Es posible que hayáis notado que se queda a vuestro lado mirando a los/as demás niños/as pero sin dar el paso de acercarse. O que parece que no sabe cómo iniciar o mantener una interacción con los otros/as niños/as siguiendo las normas sociales.
Con figuras de autoridad
Lo más frecuente, a estas edades, es que las figuras de autoridad con las que interaccionan, a parte de vosotros/as, sean los profesores.
Es posible que desde el centro escolar os hayan comentado que vuestro/a hijo/a tiene una actitud retadora o desafiante con los profesores u otro personal docente.
También puede ser motivo de alarma cuando el niño o niña muestra una actitud excesivamente sumisa, sin dar su opinión o rebatir algo que no le parece bien. Esto puede ser indicativo de que está siendo acosado o abusado por iguales o adultos.
Cambios emocionales
Los cambios en el estado de ánimo suelen ser habituales en todos/as niños/as. Las dificultades derivadas de ellos vienen cuando esos cambios son muy frecuentes, provocando picos emocionales repentinos y difíciles de gestionar. O cuando se prolongan en el tiempo y perturban la vida diaria de el niño o niña y de la familia.
Estos cambios no se producen porque sí, sino que denotan que el niño o niña está sufriendo por algo. Por ello, es recomendable estar pendientes de ellos e indagar para descubrir qué hay de fondo.
Los estados emocionales más habituales por los que padres y madres suelen consultar a un psicólogo infantil son los siguientes.
Ansiedad
La ansiedad, técnicamente, no es una emoción aunque en algunos casos los padres la identifican como tal. Se produce ante una situación percibida por el niño o niña como peligrosa o amenazante. A nivel físico, se puede experimentar aceleración del ritmo cardiaco y respiratorio, aumento de la sudoración, dolores de cabeza y de estómago, insomnio, etc.
En niños la ansiedad suele manifestarse de varias formas.
Ansiedad por separación
La ansiedad por separación se da en el/la niño/a ante la perspectiva de que la figura de apego que le cuida se separe de él/ella. La reacción de nerviosismo es una manera de protegerse ante posibles amenazas del entorno.
Cuando la ansiedad por separación se vuelve más intensa de lo esperado o dura demasiado y afecta a la vida diaria del niño o niña, es cuando hablamos de la necesidad de acudir a un psicólogo infantil.
El psicólogo infantil valorará los síntomas de la ansiedad por separación teniendo en cuenta factores como: el nivel de desarrollo madurativo del niño, sus experiencias previas y tipo de apego establecido con los padres o figura de referencia –para el nivel de desarrollo del niño–.
Fobia social
Para algunos niños, la sola idea de tener que afrontar situaciones sociales les provoca un estado de ansiedad que puede llegar a ser paralizante. Otras veces, esa ansiedad se manifiesta en forma de retraimiento, rabietas, llanto o pueden aferrarse al adulto de referencia.
El niño siente un miedo intenso ante la perspectiva de tener que hacer algo ante otras personas que posiblemente le van a juzgar. El miedo puede incrementarse si percibe que los demás van a valorar como negativo el hecho de que esté nervioso en esa situación.
Ansiedad generalizada
No suele haber un estímulo identificable como en las anteriores. Se trata de una preocupación excesiva y general ante muchas cosas que le rodean: cuestiones familiares, escolares, de salud, aspectos que pasan en el mundo…
El niño se muestra irritable, fatigado, con dolores musculares por la tensión, con problemas para dormir y para concentrarse. Suelen describirlo como una sensación de estar atrapado.
Miedos
Todos tenemos miedos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida. En algunos momentos pueden desaparecer y ser sustituidos por otros; mitigarse o incrementar su intensidad.
Algunos de los miedos más comunes entre niños y niñas son:
- Oscuridad.
- Determinados animales (perros, gatos, etc.).
- Personajes de ficción.
- Monstruos.
- A la piscina o el mar.
Los miedos pueden condicionar algunas áreas de nuestra vida –por ejemplo, dedicar parte de nuestros días de vacaciones en hacer el viaje en tren por no coger un avión–. No son racionales y, por lo tanto, no suele servir de nada tratar de razonar la poca probabilidad real de que sucedan.
En los niños, la aparición de nuevos miedos, puede provocar que su comportamiento “retroceda” a momentos ya superados: necesitar dormir de nuevo con sus padres, o tener una luz encendida durante la noche, por ejemplo.
Tristeza
La tristeza es una emoción que en niños, independientemente de su edad, se origina por los mismos motivos: episodio doloroso, pérdida de algo o alguien valioso… Con respecto al comportamiento, el niño suele manifestar la tristeza de las siguientes maneras:
- Se muestra más apático y sin ganas de hacer aquello que le gusta.
- Llora frecuentemente por cosas por las que habitualmente no lo hace.
- Habla menos.
- Come poco o lo hace en exceso y de forma ansiosa.
- Le cuesta dormir o solo quiere dormir.
Duelo
El duelo por el fallecimiento de un ser querido es un motivo muy concreto por el que sentirse triste.
Al igual que en el adulto, el duelo en la infancia supone la adaptación de la persona a una vida sin ese ser querido.
En el caso de los niños, la manifestación de la emoción y del comportamiento asociados a ésta no suele ser continua. Además, en muchas ocasiones, el malestar no se puede expresar mediante la palabra.
No solo existe duelo por el fallecimiento de un ser querido. También existen otras situaciones en la vida del niño o niña que podemos calificar como de duelo:
- Fallecimiento o pérdida de una mascota.
- Problema de salud grave o de larga duración, propio o de alguien cercano.
- Mudanza.
- Traslado a otra ciudad.
- Cambio de colegio, profesores y amigos.
Agresividad
Cuando somos pequeños, descubrimos que la agresividad es una manera rápida y directa de lograr nuestro objetivo: si queremos el juguete que tiene otro niño, le empujamos o tiramos del objeto hasta conseguirlo.
El niño poco a poco irá aprendiendo que el uso de la fuerza sobre los demás y sus cosas no es la manera más acertada ya que le impide lograr otros objetivos: mantener una relación de amistad con los demás, que los otros le acepten, que no reciba un castigo, etc. Gracias a la exposición a estas situaciones y la educación que reciba empezará a adoptar otras formas más adaptativas, como es negociar o compartir.
El problema surge cuando el niño o la niña se mantiene en el uso de la agresividad para la resolución de conflictos o la consecución de objetivos y no incorpora otro tipo de estrategias.
Acoso escolar (Bullying)
Esta es una circunstancia que suele preocupar mucho a los padres y madres que llegan a nuestro centro. Normalmente quien llega a consulta es el alumno que ha sufrido el acoso, no el que ha acosado.
Saber que vuestro/a hijo/a está siendo objeto de agresiones físicas, verbales y/o emocionales dentro del entorno escolar provoca una gran inquietud y desasosiego para vosotros. Por un lado, os preocupa no saber cómo actuar con el centro educativo para cortar esta situación. Por otro lado, os preocupan las consecuencias que esto ha podido tener en la salud emocional y física de vuestro hijo o hija.
En ocasiones, el acoso escolar se destapa tiempo después de que se haya iniciado. Puede ser así porque no haya sido reconocido como tal por el personal docente. Además, normalmente el niño/a no se atreve a contar lo que está viviendo. Esto puede deberse al temor a que el acoso aumente, a quedar de chivato, por vergüenza o incluso por un empeño en negar lo que está pasando.
Es muy importante estar atento a los cambios de comportamiento o de humor que pueda estar experimentando vuestro hijo o hija. Estos suelen ser indicadores de que algo no está yendo bien. Los más comunes son:
- Dolores asociados al momento de asistir a clase.
- Irritabilidad.
- Tristeza.
- Problemas con el sueño: insomnio, pesadillas.
- Falta de ganas de hacer cosas con las que antes disfrutaba.
- Descenso en el rendimiento escolar.
- Falta de concentración.
- Miedo a estar solo/a.
- Llanto incontrolado.
- Aislamiento.
- Ideas suicidas.
- No querer asistir al centro educativo.
Dificultades académicas
Si tu hijo/a está teniendo dificultades académicas es probable que sea una señal de que algo pasa y necesita ayuda.
Por ejemplo, si se produce un problema en la relación con alguno de sus compañeros, lo más probable es que esta situación provoque un cambio en su estado emocional (enfado, tristeza, ansiedad). A su vez, esto generará una falta de atención a los aspectos académicos, produciendo que las calificaciones empeoren.
Divorcio
El divorcio es un cambio muy importante para todos los miembros de la familia. Como padres o madres, es usual que os preocupe cómo van a afrontar esta etapa vuestros hijos/as. Os preguntaréis si van a entender la situación, si serán capaces de expresar lo que sienten y piensan.
La imagen que teníamos de nuestra propia familia va a cambiar y tendremos que construir otra, acorde a la nueva realidad. A veces, esta labor resulta complicada y a los niños/as les puede costar expresar y manejar de forma adecuada las emociones generadas al respecto. En ocasiones, pueden tener sentimientos de:
- Tristeza por añorar la idea anterior de familia.
- Ansiedad por no saber cómo será su rutina a partir de ahora.
- Enfado hacia alguno de los progenitores por creerle responsable de la situación.
- Culpa al creer que son ellos mismos los que han provocado el divorcio.
Trastornos o síndromes específicos
En ocasiones, llegan a nuestro centro familias con un hijo o hija ya diagnosticado/a de algún trastorno o síndrome. Los psicólogos de Atalanta recogemos ese diagnóstico entendiéndolo como un lugar donde se han analizado las dificultades de la persona. De esta forma, el diagnóstico se convierte en una herramienta útil para la intervención posterior, no en un fin en sí mismo.