¿Cómo estás? seguro que esta es una de las preguntas que más te han hecho y más has hecho en los últimos meses.
Tus seres queridos y tú mismo/a has estado preocupado/a por la situación. En un primer momento por la salud, y posteriormente por otros tantos temas.
El confinamiento ha hecho prestar más atención a tu cuerpo. Por una parte, has estado pendiente de tu salud y la de las personas que te rodean.
Has estado prestando atención de si tenías o no síntomas, y esto ha podido tenerte preocupado/a durante un largo tiempo. Esto te ha podido hacer sentir lo vulnerable que eres, que en ocasiones ha podido generar sensaciones de nerviosismo o miedo.
Esta misma vulnerabilidad ha podido generar la activación de un estado de ánimo de defensa, como puede ser el enfado, la rabia o el mal humor. Esto te ha mantenido en activo, aunque en distracción de la vulnerabilidad real.
Ha podido surgir miedo a qué sucederá si tu salud no te permite trabajar, atender a los tuyos, o bien si no vas a poder ser atendido/a por tu pareja o familia.
También has podido ver la necesidad que tienes del contacto físico con tus seres queridos. La cercanía, los abrazos, los besos, en sí el contacto real. Ahora se ha hecho más patente que necesitas del contacto físico para sentir el cariño, el apoyo, el amor. Este estado ha hecho darse cuenta de lo mucho que se necesita ver, tocar y sentir a los seres queridos, y esto puede ayudar a reflexionar sobre qué quieres hacer de aquí al futuro.
También ha podido servir para darse cuenta de la necesidad del tiempo en solitario, sin tener que estar en continuo contacto con otras personas. Has podido encontrar en ello un estado de tranquilidad e intimidad que te haga replantearte qué hacer a partir de ahora en lo referido a tus relaciones sociales y los espacios solo para ti.
Puede que hayas estado en conexión con todo aquello que tiene que ver con la alimentación y el ejercicio físico. Muchas personas han estado pendientes de ello y han conseguido hacer rutinas. Otras se han tomado un tiempo de descanso en el que no controlar la alimentación ni la actividad física. Hay personas que han seguido las mismas rutinas, adaptándolas, sin que esta situación les haya influido. En cualquiera de los casos esto habla de la relación que tienes con tu cuerpo. De lo que te exiges o no, del control que tienes sobre él o no, de lo conectado/a que estás a él o no. Esto plantea la pregunta de qué hacer a partir de ahora con el tipo de relación que quieres tener con tu cuerpo.
En lo referido a malestares físicos previos, como dolor de espalda, tensión en los hombros, problemas en el sistema digestivo, entre otros, esta situación ha podido hacerte más consciente de lo que te estaba sucediendo.
Algunas de estas sensaciones han podido desaparecer al bajar tus exigencias o el exceso de trabajo.
Localizar estos malestares y su alivio pueden ser una oportunidad para replantearte qué hacer a partir de ahora. Qué vas a hacer para que estos dolores no vuelvan a aparecer en tu vida, qué vas a hacer para cuidar tus emociones y como consecuencia, tu cuerpo.
Por otro lado, ha podido darse el caso de que la situación de confinamiento haya sido muy estresante y haya podido generar síntomas en el cuerpo, como los citados antes. Además han podido surgir otras sensaciones como opresión en el pecho, dificultad para respirar, aceleración del corazón, consecuencia de un cuadro de ansiedad. En estos casos, además del malestar, te han podido saltar las alarmas de que algunos de estos síntomas pudieran deberse a un contagiado. Esto hizo que la preocupación aumentara, y con ello se agravasen los síntomas, las tensiones y los malestares.
La higiene del sueño es algo que también se ha podido ver afectada.
A veces ha sido difícil poder mantener un orden de los horarios diarios y esto ha podido afectar a tu hora de irte a dormir o la hora de levantarte.
La sensación de no tener nada que hacer ha podido afectar y no ver la necesidad de tener estos horarios que hasta el momento tenías.
A su vez, puede que normalmente te cueste dormir, que temas ese momento de ir a la cama sin sueño. La hora de ir a dormir es para muchas personas un momento crítico del día. Es el momento en el cual te encuentras solo/a contigo misma, con tus pensamientos y emociones en el silencio. Esto puede asustar o causar nerviosismo ya que en ocasiones este momento viene cargado de preocupaciones, de “y sis”, de cosas que están por venir y que son inciertas, o por cosas pasadas.
No es de extrañar que sea en este momento, en esta situación que has vivido de incertidumbre, pérdida de libertades, privilegios, trabajo, contacto con el otro, o la pérdida del otro, cuando el insomnio haya llegado a tu vida, y en el peor de los casos se haya instalado para quedarse.
Por otro lado, el cuerpo es una de las cosas más íntimas que se tiene, junto a las emociones y ciertas pertenencias y espacios.
Esta situación ha hecho que tengas que convivir durante las 24h con tus seres queridos. Esta convivencia ha hecho que se hable mucho sobre la intimidad, no solo sobre la física, sino sobre la psicológica y las competencias y habilidades.
La intimidad y la privacidad con el propio cuerpo se ha visto muy afectada durante estos meses. En ocasiones esto se ha debido al reducido espacio en el que se ha vivido, en otras puede deberse a la propia dinámica de la relación que tiene con las personas con las que se convive.
Esta falta de intimidad impide estar con uno/a mismo/a, individualizarse, y esto puede hacer que te desconectes de tu propio cuerpo con lo que ello conlleva.
Aunque no estés en conexión con tu cuerpo, este te muestra síntomas, signos, para advertirte de que algo está sucediendo. Se puede manifestar mediante dolores y malestares en diferentes partes del cuerpo.
Toda esta falta de intimidad tiene un efecto directo sobre la sexualidad. Las propias necesidades, se esté solo/a o acompañado/a, o las de las de tu pareja pueden no ser satisfechas.
Puede haber un exceso o un defecto de la petición de este encuentro con el otro, lo que habla en sí de la intimidad física, la tuya y la del otro. Esta situación puede generar un conflicto, que como hemos visto no es tanto del cuerpo sino de la propia relación y el manejo de la misma.
La intimidad sexual es fundamental y la vulneración de la misma es una invasión de los límites. Puede que hayas vivido o estés viviendo situaciones en las que te sea difícil poner los límites o respetar los límites de los demás. Esta dificultad con los límites puede deberse al espacio reducido o a la propia dinámica de la relación familiar o de pareja. Todo ello genera secuelas y síntomas psicológicos y emocionales.
En cualquiera de estas posibilidades lo importante es ser conscientes y realistas. No dejar de darle la importancia que tienen ni alarmarte en exceso. En sí es utilizar las herramientas de las que dispones para encontrarte bien y que estos malestares físicos cesen.
Son muchas las reflexiones sobre el cuerpo y la relación con él a las que ha llevado esta situación. También son muchas las cosas que puedes hacer para encontrarte mejor y poder llevar esto a práctica en tu vida cotidiana.
Algunas de los temas para reflexionar sobre la relación con tu cuerpo son:
- Tratar mi vulnerabilidad. Ser vulnerable es parte de mi , al igual que es ser fuerte. Aceptar mi vulnerabilidad es una gran fortaleza. Es afrontar ese sentimiento y por ello poder pedir el apoyo o la ayuda que me hace falta. También me ayuda a ver de manera más compasiva la vulnerabilidad de los demás para ofrecerles mi ayuda o apoyarles si me lo piden.
- El contacto físico con mis seres queridos es necesario. Aprender a mostrar y disfrutar de estos contactos es algo que me conecta con ellos. Dar y pedir afecto demostrado es una manera de fortalecer mis relaciones.
- La importancia de mis hábitos de salud física. Ser conscientes de cómo me alimento, cómo me muevo, y qué deseo hacer a partir de ahora, puede tener una repercusión muy importante sobre mi cuerpo.
- Cómo influyen mis emociones en mi cuerpo. Saber que mis emociones tienen un gran impacto sobre mi cuerpo me da la oportunidad de poder hacer algo con ello. Regular las situaciones que me generan malestar emocional va a hacer que esto se refleje en mi cuerpo, que mi cuerpo sane.
- El miedo me sirve de alarma, de aviso de que algo está sucediendo. Temer por mi salud física es normal, es mi instinto de supervivencia que me hace estar atento/a a que no me suceda nada. Si utilizo este miedo, no como algo que me paralice, sino como algo que me ayude a reflexionar y afrontar la situación, puede hacer que me sienta mejor y pueda superar este momento.
- Reconciliarme conmigo mismo/a es reconciliarme con mi sueño. Es sabido que aquello que no se resuelve mientras se está despierto, en ocasiones irrumpe mientras se está dormido o en su intento. Han habido y hay muchos temas que no puedo resolver principalmente porque muchos de ellos no están en mis manos. El posponer estos temas al devenir puede ser una solución. Pero con los temas que están en mi potestad, sí puedo hacer un esfuerzo en intentar solucionarlos sin tener que llevármelos a la cama.
- La intimidad física, emocional, psicológica y sexual son necesarias para conectarme conmigo mismo/a e individuarme. Esto me ayudará a conectarme con el otro de otra forma. Revisando cómo pongo los límites y cómo respeto los de los demás, puedo ser más consciente de la relación que tengo conmigo mismo/a y con el otro. De esta manera puedo decidir qué cambios quiero hacer para sentirme mejor física y emocionalmente.
Aquí hay varias preguntas para poder reflexionar:
- ¿Cómo me voy a relacionar a partir de ahora con mis seres queridos?
- ¿Cuál va a ser la relación que tenga con mi cuerpo a partir de ahora?
- ¿Cómo voy a ver ahora mi vulnerabilidad?
- ¿Cuáles son los hábitos que voy a cambiar en mi vida para sentirme mejor emocionalmente y como consecuencia sanarme físicamente?